Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

martes, 19 de septiembre de 2017

¡SEÑOR, YO QUIERO IR EN TU COMITIVA!

No quiero esperar a la hora de mi vida. Entre otras cosas, porque sé que tiene que llegar, y tendré, como ha pasado con mis padres, que morir. Igual ha pasado con ese joven, Señor, que al ver a su pobre madre, viuda te has compadecido y le has resucitado. Yo también quiero que me resucites, Señor, pero, no una resurrección para esta vida, sino una Resurrección eterna.

Por eso, Señor, quiero estar preparado ya desde ahora. Sin pérdida de tiempo, para no esperar a que Tú pases por delante de mí, porque puede ser que no coincidas con mi entierro. Yo quiero invitarte ya desde ahora. Invitarte a mi muerte para que Tú me la des para siempre. Sí, Señor, quiero ir contigo para no perderme y morir lejos de Ti.

Por eso, Señor, te pido ya, desde ahora mismo, que me des la fe necesaria para movilizar todo mi ser y servirte. Servirte en los hermanos, amando y haciendo por ellos lo que quiero hacer conmigo. Haciendo por ellos lo que Tú haces también conmigo. Hablarles de Ti y, por tu amor, testimoniarle como Tú les quieres y lo que has hecho para salvarlos, y lo que haces para que tengan Vida Eterna.

Dame, Señor, la fortaleza y la sabiduría para saber expresar y testimoniar, no sólo con palabras, sino, principalmente, con la vida y con mis pobres obras, que Tú vives y que has bajado a la tierra a pagar el rescate de nuestra salvación con tu Vida. Y nos esperas y acompañas para darnos fortaleza, paciencia y perseverancia para no desfallecer y permanecer siempre en Ti.

Señor, en la esperanza de perseverar pacientemente nos encomendamos a Ti, y depositamos toda nuestra confianza en tu Amor y Misericordia. Queremos, Señor, caminar junto a Ti y ser de tu comitiva, que es estar llamados al gozo y la felicidad de vivir eternamente junto a Ti. Amén.

lunes, 18 de septiembre de 2017

DAME, SEÑOR, UNA FE DE CENTURIÓN

Sí, yo quiero y aspiro a tener una fe como la de aquel centurión. Y para ello cuento contigo, Señor. Y digo que cuento contigo, Señor, porque yo sólo nunca podré. La fe es un don Tuyo, y para tenerla necesito pedírtela y esperar pacientemente que Tú, Señor, quieras dármela.

Porque, Tú eres justo, Señor, y lo que decidas y hagas estará bien. Por eso, pacientemente, me postro a tus pies, y como aquel centurión, manifiesto mi demérito para ser merecedor de ese don gratuito que Tú, Dios mío, me puedas dar. Pero, a pesar de que mis palabras brotan como empujadas por el Espíritu, quiero sentirlas en lo más profundo de mi ser y experimentarlas en mi corazón. 

Dame, Señor, esa confianza e inocencia de experimentar la pureza de la fe. Esa intención pura. bien intencionada y buena de creer en tu Poder y tu Amor. Sé que eso no está a mi alcance si no es por tu Amor y Misericordia. Sé, Señor, que todo depende de Ti y que todo está en tus Manos. Por eso, como ese centurión del Evangelio, yo también me siento indigno de que entres en mi, y que sólo una Palabra tuya bastará para transformarme y llenar mi humilde y pobre corazón de fe.

He reflexionado mucho sobre este Evangelio. Lo he leído muchas veces y también oído en homilías, pero, ¿realmente mi fe ha aumentado? No lo sé, Señor. Y eso me preocupa. Quizás haya aumentado y no lo note, por eso, mi petición va dirigida a que me la aumentes, que me hagas crecer en fe, Señor, hasta el punto de experimentar y sentirte cerca y dentro de mí.

A extrañarte si Tú no eres lo primero en mi vida. A experimentar desorientación, sin sentido, desconcierto si Tú faltas en mi vida. A sentirme sin rumbo, perdido y vacío si tu presencia se aleja de mí. Dame, Señor, la Gracia de saberte y descubrirte siempre cerca, a mi lado, sabiendo que con y en Ti nada tengo que temer, porque Tú me salvas de todos los peligros y me llevas contigo a la Vida Eterna. Gracias, Señor.

domingo, 17 de septiembre de 2017

PERDONAR SUPONE AMAR, Y VICEVERSA

Cuando te esfuerza en perdonas estás significando que amar, porque amar supone perdonar. No amas porque tu sonrisa, ni tampoco por unas palabras amables o caricias. Esos signos llevan aromas de amor y huelen a amor, pero no son amor. El amor es un compromiso por el que estamos comprometidos a buscar el bien de los seres amados. Así nos ama nuestro Padre Dios.

Por eso nos perdona, porque nuestros méritos no son para perdonarnos, sino para condenarnos como aparece en el Evangelio de hoy en la parábola que nos cuenta Jesús: (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno...

Experimentando el perdón que el Señor nos regala por amor, tomamos conciencia de esa infinita Gracia y nos esforzamos en corresponderle dándole las gracias y postrándonos a sus pies con el propósito de, asumiendo y aceptando su perdón, también nosotros perdonar a todos los que nos ofenden. Para ello le pedimos que nos dé la Gracia de ser humilde, paciente y misericordioso.

Te pedimos, Señor, perseverancia y fortaleza para, siendo paciente y misericordioso, soportar todas las ofensas recibida y, como Tú nos perdonas con tu Misericordia Infinita, también nosotros, inundados de tu Infinita Gracia, sepamos soportar y perdonar todas las injurias y ofendas que nos han infrigido. Y hacerlo siempre hasta la última gota de nuestra sangre, incluso cuando nos resulte incómodo y no lo entendamos, pues tampoco entendemos como Tú nos perdonas a nosotros con el daño que te hacemos y los rechazos que te devolvemos.

Danos, Señor, la sabiduría de aceptar y obedecer tu Palabra y guardarla en nuestro corazón teniéndote siempre presente como lo primero en nuestros corazones. Amén.