Jesús, como hizo con sus discípulos, me invita a entrar en su intimidad. Me abre su corazón y me muestra el amor del Padre, me invita a vivir en esa intimidad divina. En el silencio es donde mejor se oye el callado amor. Respiro, silencio mi cuerpo, mis sentidos, mi mente. Acalla mi entendimiento, Señor, para poder escucharte. Acaricia mi corazón, Señor, para poder amarte. Abre mis labios, Señor, para poder alabarte:
Tu cariño es tan grande, Señor, que desborda todas mis aspiraciones. ¡Gracias por amarme y enseñarme a amar! ¡Gracias! Gracias por el don inmenso de tu Espíritu divino. Presencia de Amor y de Paz en mi alma. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario