Buenos días, Señor. Aquí estoy, ante ti, para que me regales un rato de oración. Es la mejor manera de empezar el día: ofreciéndotelo, poniéndolo en tus manos de Padre. Mira mi pobreza y mi pequeñez. Envíame tu Espíritu para que sepa orar en ti y luego vivir contigo. Hago silencio, abro mi corazón a lo que quieras decirme y hacer en mí. Que me deje transformar por ti.
Señor, a menudo mi oración se centra en pedirte bienes o soluciones a problemas materiales, que nada tienen que ver con mi vida espiritual. Sólo contigo puedo levantarme para ver lo que realmente importa en esta vida. Sólo con tu gracia y misericordia puedo liberarme del pecado. Concédeme, Señor, no lo que quiero, sino lo que necesito, y que nadie mejor que tú sabe. Que mi corazón no piense nunca mal de ti. Tú has venido para salvarme del pecado. Que mi corazón se abra a tu perdón. Amén.
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