... él dijo: “Es necesario que él crezca y que yo mengue” (Juan 3:30) |
No es esa mi intención, pero ocurre muchas veces que mi debilidad humana así lo hace. Son las causas de mis lepras, que me destruyen, que me consumen y que ponen en primer lugar mi propio yo antes que el de Jesús.
Son mis autoengaños que justifican una realidad distorsionada por mis autotraiciones. No me reconozco pecador, limitado y necesitado aunque lo digan mis palabras, pero en mi corazón siempre hay un deseo impuro de sobresalir, de orgullo, de vanidad, de soberbia y egoísmo. Y, antes el olvido de mí mismo, pongo a Jesús en un segundo plano.
Necesito, como hizo Juan, ser humilde, abajarme y dejar que mi yo mengüe, para que Jesús sea el centro de mi vida y su Persona aumente y crezca. Que todos aquellos que se acerquen a mí, vean y experimenten la Persona de Jesús que vive en mi corazón, y que sus actos sean fiel reflejo de los de Jesús.
Y eso no lo puedo hacer yo solo. Te suplico, Señor, tu Gracia, tu bendición y tu aliento para que mi pobre corazón se transforme y deje mi yo después de Ti, porque Tú eres el Hijo de Dios Vivo, Aquel que había de venir para la salvación y redención de todos los hombres. Amén.