Guíame, Señor, mi luz, en las tinieblas que me rodean, ¡guíame hacia delante! La noche es oscura y estoy lejos de casa: ¡Guíame tú! ¡Dirige Tú mis pasos! No te pido ver claramente el horizonte lejano: me basta con avanzar un poco. No siempre he sido así, no siempre te pedí que me guiases Tú.
Me gustaba elegir yo mismo y organizar mi vida, pero ahora, ¡guíame Tú! Me gustaban las luces deslumbrantes y, despreciando todo temor, el orgullo guiaba mi voluntad: Señor, no recuerdes los años pasados. Durante mucho tiempo tu paciencia me ha esperado: sin duda, Tú me guiarás por desiertos y pantanos, por montes y torrentes, hasta que la noche dé paso al amanecer y me sonría al alba el rostro de Dios: ¡tu Rostro, Señor! Amén.
(John Henry Newman)
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