Dame, Señor, unos ojos de fe para descubrir que Tú eres mi buen samaritano.
Te duelen mis sufrimientos y te acercas a mí para curarme en los niños y en las personas sencillas, en todos los que me ofrecen amor y perdón, en la belleza de la creación, en la celebración de la Eucaristía
Tú compartes conmigo tu amor, tu palabra, tu Cuerpo y tu Sangre.
Que la fuerza de tu Espíritu me impulse a ser buen samaritano.
Señor, danos una mirada y un corazón que no pasen de largo ante las personas necesitadas de atención, alimento o esperanza.
Que la Comunión contigo me ayude a romper mis planes y compartir mi tiempo y mi dinero, a trabajar por una Iglesia que sea compasiva y samaritana. Amén.
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