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miércoles, 29 de febrero de 2012

NO DEJES QUE MIS OJOS SE CIERREN, SEÑOR.

No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo...

No permitas, Dios mío y Padre mío, que mis debilidades y apegos me separen de Ti. Sé que soy débil y mi flaqueza puede traicionarme en cualquier momento. El mundo está ahí en constante tentación y mi lucha es, segundo tras segundo, un desafío. Me siento perdido y necesito tu Mano para asirme fuertemente y ponerme a salvo.

Prometo y prometo, pero mis promesas son blandas, no tienen consistencias ni memorias. Las flaquezas las borran de mi mente, y cuando las recuerdo me siento fracasado, pecador y muy pobre. Indigno de Ti, Padre mío, pero necesitado de tu Misericordia y tu amor. Solo con ese deseo me levanto y, avergonzado, empiezo de nuevo el camino.

Se me nubla la vista, lo veo todo muy borroso. Necesito limpiar mis ojos para encontrar el camino. No me queda otro remedio que implorarte misericordia y fuerzas. Quiero ir hacia Ti. Quiero volver a casa, a la Casa de mi Padre. Me siento indigno, pero por las enseñanzas de tu Hijo me atrevo, redimido por Él, regresar a tu Casa.

Gracias, Padre bueno, por aceptarme como tu hijo por los méritos de tu amado Hijo, en el que has puesto tu complacencia. Gracias porque con su muerte has permitido que limpiara toda mi basura, mis errores y soberbia. Gracias por recibirme y dejarme entrar a tu Casa, y, encima, hacer una fiesta por mi regreso.

No me dejes sólo, ni me permitas que tu rostro se aparte de mí. Renuévame por dentro con un espíritu nuevo, y haz que mi vida descanse y se mueva en la Tuya. Amén.

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