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lunes, 9 de abril de 2012

CADA MOMENTO DE NUESTRA VIDA...

 Cada atardecer es como cada momento de nuestra vida, único, irrepetible...

Es un momento de Gracia y de agradecimiento por estar vivo, y tener la oportunidad de amar, segundo tras segundo, para incrementar mi cuenta de amor. Porque todos tenemos una cuenta de amor abierta en el Banco del Cielo que, nuestro Buen Padre Dios ha abierto a cada uno de nosotros para volcar en ella nuestros buenos actos de amor.

Allí rezará nuestras buenas sonrisas, nuestros desprendimientos, nuestros momentos de solidaridad, de visitas al enfermo, al necesitado, al desnudo... Nuestras tolerancias y comprensiones, nuestros silencios y perdón, nuestras humillaciones y ofrecimientos, nuestras bondades y disponibilidades... Nuestro compartir, entregas y servicios. En fin, todos los momentos de amor que engrosan nuestro importante haber en la única y más grande cuenta bancaria de nuestra vida.

Y además disfrutando, porque cuando se da, se disfruta. Porque cuando se sirves, te siente gozoso. Porque cuando te solidarizas, te sientes fuerte, útil. Porque cuando te pones al lado del que sufre, te sientes importante, compasivo, grande y gozoso. Porque cuando tratas de amar, aun haciéndolo mal, te sientes querido y amado.

Y, sobre todo, porque no importa lo que hagas, sino lo que pienses y quieras hacer a pesar de no atreverte o saber hacerlo, pero el esfuerzo, el intento, mal o bien, será premiado. Porque nuestro Padre Dios sabe de lo que somos capaces; sabe de lo que podemos hacer; sabe de nuestras limitaciones, de nuestras vergüenzas, de nuestros miedos, de nuestros fracasos, de... ¿Acaso, Él, no nos ha creado? ¿Acaso, Él, no sabe de qué pie cojeamos?

Pues, si lo sabe y así nos lo ha hecho, y, encima, ha venido, se ha hecho Hombre para, muriendo por nosotros, salvarnos, ¿cómo no nos va a salvar si nosotros, seamos como seamos, nos ponemos en sus Manos para que nos salve?

Demos gracia al Padre Bueno por su Hijo Jesús, y pidámosle que fortalezca nuestra confianza y nuestra fe en su Resurrección, fundamento de nuestra fe y nuestra esperanza. Amén.

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