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domingo, 29 de abril de 2012

Fuente: Luz - Meditaciones - Tomo I Autor: Juan Rey, S.J.



NUESTRO ALEJAMIENTO DE DIOS



La tibieza spiritual aleja de Dios a las almas. 

Se apodera de ellas el desaliento. 

Comenzó a caminar un alma por la senda de la perfección. Va muy animada. Ve la santidad tan de cerca que le parece tocarla con la mano. Pero anda y anda y la cumbre parece que se aleja cada vez más. Entonces sobreviene fácilmente el desaliento: Nao autem sperabamus… yo esperaba otra cosa, creía que la santidad era mas fácil de conseguir.


Invade el espíritu la cobardía. Salen al paso enemigos muy poderosos: las pasiones que arrastran por otros caminos más agradables, el mundo y los respetos humanos, las personas tibias que desalientas: ¿vas a llevar una vida tan dura? Muchas almas que se propusieron un ideal de santidad, se alejan cada vez mas de él, como los discípulos se alejaban de Jerusalén. 


Van tristes por la vida. El remordimiento por los pecados veniales que cometen sin reparo, el pensamiento de que están frustrando los planes de Dios, les quitan la alegría del alma.


¿Eres un alma de esas? Jesucristo desea hablar contigo. Ponte al habla con El. Si quieres oírle, el te probara que es necesario sufrir y abrazarte con la cruz para que entres en el cielo acompañado de las almas que por tu medio se hayan salvado. 

¿Eres cristiano?  ¿Quieres salvarte Tienes que sufrir renunciando   al placer prohibido, que lleva al infierno. ¿Eres discípulo  de Jesús? Tienes que cargar con la cruz de los mandamientos y caminar detrás de Jesucristo: el que quiera ser mi discípulo niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. ¿Quieres ser apóstol? Sin cruz no hay redención. Si el grano de trigo no muere, permanece el solo; si muere produce mucho fruto. Las almas no se salvan viviendo cómodamente. Se salvan como lo hacen Jesucristo y la Virgen y todos los apóstoles: sacrificándose por ellas. Sufriendo y ofreciendo a Dios el sufrimiento. 

Trata con Jesús íntimamente para que te enseñe estas verdades y que encienda tu corazón en deseos de imitarle.  

Desde la Soledad del Sagrario


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