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jueves, 21 de junio de 2012

CUANDO LLEGA EL MOMENTO EXPERIMENTO QUE...





No tengo fuerzas, y me asusto porque compruebo que soy de papel. Hace unas horas se me cayó el cielo encima, pues me encontré con que debía perdonar y tener paciencia, o romper a gritos y rabia contra los que me atosigan, me engañan y abusan.

 Y cuesta, ¡vaya si cuesta!, ¡me lo van a decir a mí que lo sufro en mis propias carnes! Llevo una herida durante mi vida que nunca acaba de cerrar. Pasa temporadas como dormida o media cerrada, pero despierta como un volcán en cualquier momento, y su lava me devora y me quema desesperadamente.

¡Qué hacer, Dios mío? ¿Cómo perdonar? Hoy, rendido y cansado, me tumbé casi desfallecido. Sabía que tu Voluntad era perdonar. Pocas cosas he tenido tan claras, pero no encontraba las fuerzas para hacerlo. Solo pude, por tu Gracia, ahora sé que no podías fallar, estabas ahí, esperar y no precipitarme ni dar mal testimonio a la familia. Esperar y esperar a qué Tú actuaras.

No sabía el tiempo, ni la forma, ni cómo, pero sabía, tenía y tengo confianza en que algo harías para el bien de todos. Y me quedé algo dormido, no plenamente, pero si medio traspuesto. Oía radio María mientras tanto. Y pasó lo que pasó, de repente tuve noticias de que todo estaba arreglado. 

Al menos no tenía que enfrentarme a la prueba que me torturaba. Mi corazón aceptaba el perdón. Ya lo tenía aceptado, por la Gracia de Dios, hace tiempo, pero de vez en cuando se despierta la tentación que te hace sentir lo que eres, criatura pequeña y muy limitada, y eso te hace reconocerte hijo de Dios, y mirar hacia arriba, y pedirle fuerzas para perdonar.

Dejemos la experiencia, y descubramos que somos criaturas que nos cuesta mucho perdonar. Y sabemos que Tú, mi Señor, lo sabes, por lo que no debemos asustarnos, sino confiar en Ti. Si Tú lo sabes también sabrás que te necesitamos para que nos ayude. ¡Y tanto que lo sabe que nos ofrece desinteresadamente su invencible ayuda!

Gracias, Señor, porque contigo sé que seré capaz de perdonar, y aunque siempre he de poner algo de mi parte, también recibido de Ti, pero que me pertenece a mí ofrecerlo, Tú harás el resto que yo no pueda y, siempre, saldremos vencedores en el amor. Amén.


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