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domingo, 30 de diciembre de 2012

EL PELIGRO DEL CANSANCIO


nos amenaza con desfallecer y dejarnos ir. Un dejarnos ir a la corriente de este mundo, a su rumbo y destino. Una pérdida de confianza y esperanza que nos hunde en el caos y desorden de nuestro camino y en la desorientación de nuestra vida.

Perdemos el objetivo y la meta final y nuestro camino se hace inseguro, indeciso y sin sentido. Sin verdad y sin justicia. Todo ha sido engullido por el cansancio que nos ha podido. Posiblemente no hemos sabido descansar ni confiar en que no íbamos solos y que teníamos a Alguien a quien nos podíamos agarrar.

No debemos caer en ese peligro. Sí, existe y va con nosotros, pero podemos siempre vencerlo, porque con Xto. Jesús somos mayoría aplastante siempre. Nunca estaremos en desventaja aunque todas las condiciones, situaciones y factores lo indiquen así. Él siempre estará con nosotros, y con Él siempre venceremos.

Por eso, nunca dejemos de orar, de hablar con Él, de estar en su presencia y sostenidos en su Gracia y Amor. Convivamos siempre en el Señor, asistidos en su Espíritu que nos guía y sostiene. No perdamos la paciencia ni el desencanto. Es posible que nos cansemos, que la oportuna reflexión no nos diga nada, que pensemos que siempre lo mismo, pero, ¡cuidado! no nos dejemos engañar. La amenaza acecha.

El camino se hace pesado, monótono, cansado, frío, desnudo, silencioso y hasta oscuro. A veces no nos entendemos, sentimos nauseas, envidias, desprecio y muchas cosas más. Verdaderamente se hace pesado caminar, pero ese es el camino. Quizás las mejores señales de que por ahí habrá que caminar, pues el que Jesús recorrió no estuvo exento de eso. Es más, somos nosotros mismos los que se lo llenamos de obstáculos.

Sólo una cosa es necesaria: "Confiar y abandonarnos en Él con plena confianza y no dejar de continuar a su lado. Podemos dejar todo lo demás, pero nunca a Él. En Él siempre sabremos encontrar el camino y las fuerzas para seguir adelante".

¡Padre del Cielo!, te pedimos nos alimentes cada día con tu Cuerpo y tu Sangre para que fortalecidos por tu Gracia no defallezcamos y continuemos el camino con firmeza, voluntad y alegría. Amén.

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