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miércoles, 30 de enero de 2013

ABONA MI CORAZÓN CON EL ESTIERCO DEL AMOR

 

No dejes que mi corazón esté abonado con riquezas y oro que lo conviertan en un corazón cómodo, instalado, insensible, indiferente y egoísta. Húndelo en tierra húmeda, surcada por los clavos del arado y mezclada con el estiércol de la vida humana, sus miserias y lágrimas, que lo hagan germinar, romper ese hielo de piedra, y transformarse en un corazón de carne para ser comido en la entrega y servicio por los demás.

Necesito, Señor, que Tú seas mi sembrador y la Gracia del Espíritu sea quien me cultive y abone con sus dones y asistencia para dar los frutos que Tu esperas. Frutos de tu amor cultivados por tu Gracia que solo Tu, Dios mío, sabes cultivar. Aportaré mi débil voluntad y mi humilde miseria para que, en tu Mano Omnipotente, puedan ser transformadas en frutos de tu cosecha.

No sé de qué forma abonar mis acciones y darle sentido de esperanza y de verdadero amor. Me pierdo en el arenado de mis esfuerzos y testimonios. No podré nunca llegar a ser buen sembrador y menos labriego de mis propios frutos. Serían malos y no darían buena cosecha. Necesito un buen Labrador que sea capaz de cuidar mi propia tierra y llenarla de buenos frutos. Y eso solo lo puedes hacer Tú, Señor.

Dame, Dios mío, la paciencia de dejarme herir por los surcos de tu arado, y de soportar los clavos que se hunde en la tierra de mi corazón para que, bañada por el agua de tu costado, fructifique en abundante cosecha de buenos y esperanzadores frutos que acreciente tu Reino y llenen de paz la faz de la tierra. Amén.

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