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viernes, 9 de agosto de 2013

EN TI DESCANSO, SEÑOR MÍO



Es un alivio y una gran esperanza sabernos llamados a vivir eternamente. Pero no una vida a este estilo, ni siquiera como la vivió Jesús entre nosotros, sino una vida al estilo del Monte Tabor. Una vida gloriosa, sin sufrimientos, sin vejez ni enfermedades, sin hambre y sed. Una vida gozosa en plenitud junto a nuestro Padre del Cielo.

Jesús nos lo enseña en su Gloriosa Resurrección, y en sus apariciones a los apóstoles y discípulos durante los cincuenta días hasta su ascensión. Desde esta esperanza, morir es vivir, y la muerte es esperada en paz y gozo. Mientras, el camino se hace gozo porque la meta es vida nueva, y la cruz final del trayecto. Así contemplado el camino, se recibe fuerzas para recorrerlo y para, junto a los hermanos, vivirlo en gozo y plenitud.

Gracias Señor por esta esperanza; gracias Señor por tu Muerte y Resurrección; gracias Señor por revelarnos con tu Vida la verdadera Vida. Gracias Dios mío por tu aliento y tu fuerzas, y sobre todo, por darle verdadero sentido de esperanza, de dignidad, de gozo y felicidad a esta vida de cruz que deseamos compartir contigo. Ahora experimentamos la salvación de la Cruz. Esa Cruz que Tú has elevado a categoría de salvación y que simboliza nuestra esperanza y nuestra nueva y verdadera Vida.

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