Páginas

Páginas

sábado, 2 de noviembre de 2013

¿QUÉ PUEDO OFRECERTE SEÑOR?



A la hora de mi atardecer me asaltan mis miedos y dudas. No tengo nada que darte. Miro mi vida y no veo los frutos que pienso Tú esperas de mí. ¿Qué puedo ofrecerte? Analizo mi camino y encuentro decepciones, fracasos, caídas, pecados, infidelidades... y pocos frutos. Mi cosecha es pobre y mis manos, ¡siento miedo!, están vacías. ¿Qué puedo ofrecerte Señor?

Me consuela y da esperanza cuando el momento de tu Crucifixión, aquel ladrón experimentó tu divinidad, y el Espíritu le iluminó para reconocerte verdadero y único Hijo de Dios. Reconoció sus miserias y sus pecados. Por eso yacía allí, junto a Ti, castigado a una muerte de cruz por sus propios pecados. Sin embargo, reconoció tu limpieza, tu Verdad, tu inocencia para que Tú Señor merecieras ser condenado a morir en la Cruz.

Y, ofreciéndote sus miserias y sus pecados, te pidió que te acordaras de él cuando estuvieses en tu Reino. Y Tú Señor le respondiste: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso». Posiblemente aquel ladrón no tendría nada que ofrecerte y a Ti nada te importó. Igual que me pasa a mí Señor. No tengo sino miserias como aquel buen ladrón. Ten piedad y acuérdate de mí cuando estés en tu Reino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.