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domingo, 12 de enero de 2014

¿QUÉ MÁS PUEDO PEDIRTE?



Toda mi vida pidiendo, suplicando y quizás exigiendo felicidad. ¿Quién soy para pedir bienestar y felicidad? ¿Qué Dios me haya puesto aquí no significa que tenga que mantenerme y darme todos mis caprichos y deseos? ¿Es qué no me basta con la vida y todo lo que nos rodea para satisfacer nuestras necesidades? ¿Y nuestra inteligencia, que por ella dominamos a todo ser viviente?

¿Tiene el Señor culpa de nuestro egoísmo y de someternos unos a los otros? ¿Tiene el Señor culpa de lo mal que administramos todo lo que Él nos ha dejado? Un termómetro que nos puede servir de guía es el ver como administramos nuestros propios países, y lo bien que lo hacen nuestros políticos. Lo mal administrado, y hasta el hambre que pasan muchos en estos momentos es culpa directa de esos señores gobernantes.

Pero nosotros no sabemos más que pedir y muy poco aceptar. En lugar de esforzarnos en ser más complacientes y agradecidos con tanta gracia que hemos recibido del Padre Dios. Hoy el Evangelio, su Palabra, nos relata como el Señor, el Hijo de Dios, se Bautiza para que nosotros podamos seguirle en ese Bautismo. Santifica las aguas y nos da su Espíritu para que nosotros de igual manera podamos seguirle e imitarle en el Amor.

Señor Jesús, infunde en nosotros la fuerza de tu Santo Espíritu y abre nuestra pobre cabeza para que podamos entenderte y comprender todo el amor que nos da y  por el que buscas nuestro bien y nuestra felicidad.

Experimentar que las contrariedades y sufrimientos que tendremos que padecer, y sabemos que llegaran, son peldaños para afirmarnos en la fe y obediencia en Jesús, hacen el mayor regalo que podamos recibir de nuestro Padre Dios. 

Porque la fe es fe cuando la adversidad señala lo contrario.

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