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viernes, 10 de enero de 2014

SEÑOR, SI A QUIÉN SIGO ES A MÍ, A TI NO TE PUEDO SEGUIR



Confesamos que creemos en el Señor, y nos esforzamos en seguirle, pero tanto lo uno como lo otro son cosas que decimos pero que no vivimos. Porque en nuestra vida de cada día poco tiene que ver el Señor. Por eso pasan muchas cosas que no entendemos, como por ejemplo que se esté discutiendo una ley de aborto cuando eso es matar a unos niños que tienen derecho a nacer.

¿Dónde estamos los católicos? Las iglesias llenas, pero la fe no está viva. Es una fe de conveniencia y con condiciones. Y yo me pongo en primer lugar. Mientras a nosotros no nos afecte el problema aparentamos unos creyentes firmes, pero en cuanto la cosa se nos complique miramos para otro lado.

No habrá otra forma de probarnos que en la persecución, el sufrimiento o la enfermedad. Son esos momentos donde nuestra fe se descubre y se confirma. Otra cosa es que nos confesemos débiles y pobres. Eso ya lo sabe el Señor, por eso, aquella confesión del publicano considerándose un pobre pecador y solicitando misericordia llegó a los oídos de Dios.

Sí, Padre, perdónanos tantas mentiras, miedos, fracasos, dudas, apegos, comodidades, temores y falta de compromiso por defenderte y serte fiel a mi compromiso de Bautismo. Infunde en nosotros tu Santo Espíritu y fortalécenos con la voluntad decidida y valiente de vivir en tu Verdad sin temor a las consecuencias, y con la confianza de que el Espíritu Santo nos acompaña, nos asiste y nos cuida.

En el camino encuentro muchos tropiezos, pero no voy sólo, el Espíritu Santo me acompaña para fortalecerme en la lucha de cada día.

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