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lunes, 10 de marzo de 2014

SEGUIRTE ES ALIVIAR LA CARGA DE OTRO



No puedo afirmar que te sigo cuando no estoy disponible a aliviar la carga de otro. Otro que puede estar en mi propia familia, en mis amigos, vecinos o desconocidos. Otros que por las circunstancias de la vida están necesitados y perdidos. El amor contiene el perdón, y el perdón genera la conversión.

Sé, Señor, que esa es la pregunta que me vas a decir cuando esté delante de Ti. Sé que mi amor no te lo demuestro con la oración, con los rosarios o Eucaristías, sino con el servicio que dé a los que necesitan de mí y de mi amor. Es verdad que ese amor es alimentado con las oraciones y rosarios u otras formas de piedad, y sobre todo en las Eucaristías, pero si no se traducen en actos concretos de servicios y ayuda huelen a hipocresía y falsedad.

Dame Señor la sabiduría y la voluntad de vivir lo que recibo de tu alimento diario en mis humildes oraciones y Eucaristía. Fortaléceme y hazme desprendido para darme en generosidad, paciencia y perseverancia en servir y aliviar los sufrimientos de los más pequeño e indefensos.

Y, sobre todo Señor, que estas oraciones no pasen de largo y se diluyan en mi corazón, sino que se impregnen de tu Amor para que pueda repartirlo con mi vida entre los demás.

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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.