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domingo, 14 de septiembre de 2014

MI ESPERANZA, SEÑOR, DESCANSA EN TI



No sé cómo sería el mundo. Imagino que como a muchos hombres, que conozco, que viven indiferentes ante la proximidad de la muerte y no parecen preocupados. No llego a entender cómo se puede vivir sin el interrogante ni el planteamiento de la trascendencia. ¡Y hay muchos que viven así, Señor!

No lo puedo entender, y supongo que, al alejarse de Ti, caen presos del Maligno que los somete y los ciega para que no vean sino las luces del mundo. Y es que con las luces del mundo no podemos ver sino muerte y miserias. No hay esperanza ni horizonte. Las luces del mundo tienen poco alcance y se vuelven con el tiempo en opacas y caducas. Sólo tu Luz, Señor, es una Luz clara y eterna.

Danos, Señor la Luz que viene de lo alto y nos alumbra la verdad y la justicia. Danos, Señor, la sabiduría de resistirnos a dejarnos alumbrar por estas luces caducas y de poca claridad. No es la luz que busco la que se conforma con simplemente alumbrar, sino que busco la Luz que alumbra siempre y en todo momento y nos guía por el sendero que conduce a la verdad y la eternidad.

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