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martes, 10 de febrero de 2015

APLICAMOS NUESTROS INTERESES A LAS LEYES



No es cosa antigua, porque hoy también se hace. ¿No tiene la ley que protege a los parlamentarios, aforados, olor a la de los fariseos y escribas? ¿Cuántos privilegios tienen los poderosos para saltarse las leyes y aplicarlas en beneficio propio? ¿Se entiende que algunos con pena de cárcel alcance el privilegio del tercer grado en muy poco tiempo?

Al parecer la ley está hecha para que la cumpla el pobre, el desgraciado, el carente de todo o el condenado por exigir que se cumpla la ley y se aplique la justicia por igual para todos. Experimentamos, y es una realidad, que los tiempos siguen igual, aunque las formas sean otras. Esa actitud farisaica persiste en los substratos de la naturaleza egoísta del hombre tocada por el pecado.

Necesitamos denunciarla, tal y como hizo Jesús en su tiempo, mirándoles a la cara a los fariseos y escribas. Diciéndoles que lo importante es el espíritu de la ley, y ese espíritu mira, como más importante, al hombre. Todo en función del hombre, sobre todo la familia, los padres a quienes debemos prestar servicio y cuidados por todo lo que nos han dado.

Pidamos al Espíritu de Dios que nos dé la sabiduría y la fuerza de entender correctamente el espíritu de la ley y no ceñirnos a los preceptos erróneos y egoísta de los hombres, que buscan satisfacer sus propios egoísmos.

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