Páginas

Páginas

miércoles, 29 de abril de 2015

DESPÓJAME, SEÑOR, DE MI SOBERBIA Y SUFICIENCIA



Tengo claro que sólo siendo sencillo y humilde podré escuchar tu Voz, Señor; tengo claro que sólo y en la medida que me despoje de mi soberbia y suficiencia alcanzaré a entenderte y a dejarte conectar conmigo. Porque, Tú, Señor, me buscas, y me buscas para salvarme.

Y sólo podré encontrarme contigo despojado de todo aquello que se interpone en dejar que yo pueda conectar con tu Espíritu y dejarme llevar por Él. Y para conseguir eso tendré que estar muy cerca de Ti, y en contacto directo y constante contigo, Señor. La oración y la Eucaristía no pueden faltar en mi diario caminar contigo fortalecidas en la celebración del perdón. Trípode que apoyará mi vida sobre roca y la hará indestructible frente a las amenazas del mundo, del demonio y la carne.

Mis egoísmos, mis riquezas, tanto materiales como intelectuales, mis comodidades, mi vida aburguesada, mis apegos y forma de vida instalada son dificultades que levantan murallas y nublan mi vista del camino que conduce a Ti, Señor. Y si voy sólo me pierdo y debilito, y quedo en las garras del mundo, del demonio y la carne. Necesito tu presencia y tu compañía, porque con el Espíritu son mayoría aplastante e invencible.

Dame, Señor, la Gracia de no perder tu presencia, ni tampoco desanimarme por mis fracasos y pecados. Soy débil y pecador, y al menor descuido me derrumbo. Sé que Tú estás ahí para cuidarme. Eres el Buen Pastor, me decías estos últimos días, y me siento confiado y seguro estando dentro de tu redil, tu Iglesia.

Haz, Señor, que no me falten hermanos que me acompañen y en los que, por tu Gracia, me pueda apoyar también en ellos. Amándonos fortaleceremos nuestra fe y soportaremos mejor el invierno de la tentación y el frío pecado. Gracias Señor porque me escuchas y me confortas. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.