Páginas

Páginas

jueves, 11 de junio de 2015

UN PUENTE DE LÁGRIMAS PARA LLEGAR AL CIELO



Para muchos el paso por esta vida es un infierno. Tenemos que reconocer que los enfermos, sobre todo los graves y crónicos lo pasan mal. Pero también los que padecen hambre, sed, persecuciones, imposiciones, dictaduras...etc. La vida no es dulce para todos.

Pero, precisamente, ahí está la clave. En vivir al menos con esperanza todas esas situaciones y circunstancias que la vida nos depara. Y vivirlas solidariamente, compartiendo, ayudando, aliviando y esforzándonos en construir un mundo mejor. ¿Qué sería de no tener esperanza?

El Reino de Dios es la esperanza, y en él apoyamos todas nuestras ilusiones y deseos, y de esa esperanza tomamos las fuerzas para resistir, sabiendo que si morimos, descansamos, porque la muerte es la puerta para llegar al Cielo. Sin embargo, nuestra misión es la lucha en ese sentido, y no desfallecer.

Te damos gracias Señor y te pedimos luz y fuerzas para ser esa sal que nos pide y salar los ambientes por donde vamos. Salarlos con la Gracia del Evangelio para que cada día haya más justicia, más solidaridad, más apoyo y fraternidad entre los hombres para que el mundo en el que vivimos sea más justo, más fraterno y se viva en paz.

Queremos también rogarte, Señor, por los gobiernos de las naciones. Para que cada gobierno despierte y entienda que solo en la verdad, en la justicia y la paz se puede instaurar un Reino donde los hombres puedan convivir dignamente. Y eso sólo lo conseguiremos si nos volvemos hacia Ti, Señor, y damos la espalda al hombre viejo que nos tienta y que se busca en las cosas caduca del mundo.

Danos Señor la sabiduría de entender que sin Ti no tendremos futuro ni tampoco vida. Porque hemos salido de Ti y terminaremos regresando de nuevo a Ti. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.