Páginas

Páginas

domingo, 5 de julio de 2015

NO ES CUESTIÓN DE LLEGAR, SINO DE ESTAR EN CONSTANTE MOVIMIENTO



La carrera no termina. Sería malo pensar que hay un final en el camino de perfección. Sí, en cierta manera lo hay, cuando la vida se apague y consuma el último aliento. Pero eso es como decir que hay siempre que estar en pleno movimiento, es decir, caminando.

Y eso lo podemos traducir por perseverancia constante en relación con el Señor. No se puede estar ni un instante fuera de la órbita del Señor. El Espíritu está en nosotros, y cada instante de nuestra vida le pertenece y nos lo pide. Y nos llena con su Gracia para que podamos sentirnos fuerte para lucha contra el pecado y las amenazas y tentaciones del Maligno. La batalla es continua.

Quiero Señor respirar con y en tu propia respiración; quiero Señor que mi corazón, llevado por tu Espíritu, lata al ritmo del Tuyo. Quiero, Dios mío, que me sentir sea tu sentir y haga lo que haga, mi vida descanse en tu Vida y obre según tu Voluntad.

Supongo que fallaré en muchos momentos, porque soy pecador, y Tú me has dado libertad para decidir por mi cuenta. Esa es mi debilidad, pero también, parodiando a Pablo, es ahí, en esos momentos, cuando extraño y advierto tu presencia, porque descubro que sin Ti me someto al Maligno y a las ofertas tentadoras que el mundo me ofrece. Entonces experimento que necesito estar constantemente relacionado contigo a través de la oración y del alimento espiritual de tu Cuerpo y Sangre.

Señor, dame la sabiduría, el valor, la fortaleza en mi voluntad para no desfallecer, a pesar de mis fracasos, de mis desilusiones vanas, de mis desánimos, de mi inmadurez, de mis dudas y de mi inmadura fe. Auméntala Señor y tenme siempre, a pesar de mis rechazos,  a tu lado, porque yo sé que Tú eres mi Padre Bueno del Cielo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.