Páginas

Páginas

miércoles, 5 de agosto de 2015

PERDONA SEÑOR MIS LIMITACIONES Y PEREZAS



Quizás no incumpla ni rechace tu Voluntad Señor, pero soy consciente de mis limitaciones, de mis perezas, de mi torpeza, de mis fracasos, de mi continuos errores y de mis pecados. Indudablemente que en mi vida Tú eres el primero, al menos eso pretendo, pero sé que no lo cumplo. Y no porque no quiera, sino que, como bien decía Pablo, hago lo que no quiero, y dejo de hacer lo que quiero, que es, precisamente, tu Voluntad.

Por eso, y por muchas más cosas, quizás de omisión, te pido perdón, Señor. Pero también te pido que me des el aliento del impulso a hacer el bien. También que fortalezcas mi voluntad y afirmes mi fe y mi libertad para servirte sirviendo a los hombres. Te pido Señor la Gracia de saber poner por encima de todo mis afanes y objetivos en la vida, servir en tu Palabra, Palabra de Verdad y Justicia.

Dame Señor la sabiduría de saber discernir mi pobreza y nunca vanagloriarme de los frutos que Tú haces germinar en mí. Son tuyos, Señor, y son para tu Gloria. Que sepa advertirlo y darme cuenta, y aún,  a pesar de que me alegre y me sienta satisfecho, alabarte y darte gracias por todo lo que haces, porque sólo Tú eres merecedor de glorias y alabanzas y de adoración.

A pesar de mis fallos, que descubro a cada instante, me experimento sereno y en paz abandonado en tus Manos, porque me sé perdonado por tu Inmensa Misericordia; porque me has creado por amor y por ese amor me buscas, a pesar de crearme libre, para darme la oportunidad de vivir eternamente en tu gloria. Padre, eso colma toda mi dicha y me llena de esperanza, y en Ti pongo todas mis fuerzas para que, fortalecidas por tu Espíritu, den los frutos que Tú esperas.

Dios mío, en Ti confío y en Ti pongo todas mis esperanzas. Ese regalo de tu Amor me da fuerzas e impulsos para continuar el camino. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.