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jueves, 8 de octubre de 2015






Ante un dios económico abrazado por el mundo, sólo el amor puede vencerlo. Por eso se hace imprescindible la oración.

En el silencio de tu corazón, recogido en tu interior, encontrarás las fuerzas, apoyado e injertado en el Espíritu Santo, para no dejarte devorar por el mundo.


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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.