Páginas

Páginas

jueves, 31 de diciembre de 2015

NO PUEDO LIBERARME DE MIS DUDAS




Soy consciente que nunca podré liberarme de mis dudas. Dicho de otra manera, dudar es algo muy natural, porque mi humanidad está herida por el pecado, y entre sus consecuencias está la duda. No tendríamos necesidad de la fe si estuviésemos delante de Dios. O dicho de otro modo, si no hubiésemos pecado gozaríamos de la presencia de Dios en el paraíso.

La fe es, por lo tanto, indispensable y necesaria. Pero no podemos sosternela por nosotros mismos. Necesitamos la Gracia de Dios, y la asistencia y dirección del Espíritu Santo. No somos lo suficientemente fuertes para sostenernos por nosotros mismos. Somos débiles y esclavos de nuestras propias pasiones y apetencias, a las que el pecado nos somete. Y no podemos liberarnos sino por la Gracia de Dios.

Necesitamos, pues, la fe, don de Dios, y mucha oración y ayuno. Oración y ayuno que nos prepara, nos capacita para la renuncia de todo aquello que viene a tentarnos para confundirnos y alejarnos de nuestro destino y meta natural. Estamos llamados a la Vida. Una Vida plena de gozo y felicidad eterna, y perderla sería nuestro mayor fracaso.

Para eso. Dios, se ha hecho Hombre, y tomando nuestra propia naturaleza, sin dejar la Divina, se ha acercado a nosotros para señalarnos el camino de salvación. Él es el modelo y referencia que alumbra nuestros pasos y que nos guía hacia la Vida Eterna.

Oremos confiados en la esperanza de ser oídos por nuestro Padre, y atendidos en nuestras súplicas para, por su Gracia, poder vencer todas las dificultades y obstáculos que se nos irán presentando en el camino de nuestra vida hacia Él. La oración nos fortalece e inunda todos los lugares de nuestro corazón que puedan estar contaminados por las cosas de este mundo. Y nos lo limpia de toda inmundicia y pecado. En Ti, Señor, confiamos. Amén.

FELIZ AÑO 2016


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.