Páginas

Páginas

lunes, 4 de enero de 2016

EL IRRESISTIBLE ENCUENTRO CON JESÚS



Doy por hecho de antemano que encontrarse contigo, Señor, tiene que ser irresistible. Tu Mirada, tu Palabra y todo lo que de Ti se desprenda tiene que ser hermoso, lleno de gozo y de paz. Tiene que provocar éxtasis y amor. ¿Cómo no me ocurre eso a mí? La respuesta posible es que todavía no te he encontrado de forma plena. Porque de lo contrario hubiese experimentado lo mismo que Andrés y Juan.

Por eso, una vez más de las que todavía me quedan que pedirte, te ruego Señor que me abras los ojos, y también el corazón para encontrarme seriamente y responsablemente contigo. Necesito tu Mirada, para que mis ojos queden deslumbrados para la eternidad; necesito tu Palabra, para que mi corazón despierte de este letargo mundano que lo tiene dormido y ciego; necesito, Señor, tu Gracia, para que mi vida se levante y mi corazón arda con tu Pasión y Amor, y se esfuerce en imitarte.

Dame, Señor, la sabiduría de saber responderte y, sobre todo, esperarte. Porque yo sé que me escuchas. ¡Faltaría más! Tú tienes Palabra de Vida Eterna, y me lo has prometido. Y tus promesas siempre se cumplen. Sí, mi Señor, Tú me escuchas. Posiblemente ocurra que yo no tenga paciencia para escucharte ni para esperarte. Soy un pobre pecador que pide clemencia y perdón. No mires mis pecados, ni mis flaquezas, porque no soy digno de tu Amor, Señor.

Imploro tu Misericordia, precisamente el año que tu Roca, la que Tú fundaste en Pedro, hoy Francisco, ha proclamado en este año. Sí, mi Señor, ese Pedro, llamado Simón, que Tú cambiaste de nombre al serte presentado por su hermano Andrés. 

Cámbiame también mi nombre Señor, y transforma mi corazón, para que yo, como él, responda también a tu llamada y proclame tu presencia entre nosotros. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.