Páginas

Páginas

miércoles, 13 de abril de 2016

DAME DE ESE PAN, SEÑOR, PARA SACIAR MI HAMBRE Y AUMENTA MI FE PARA JUNTO A TI NUNCA MÁS TENER SED




Es posible que comamos de ese Pan Eucarístico con frecuencia, y, quizás, no experimentamos que nuestra vida crece en santidad. Al contrario, pensamos que nos acostumbramos a Pan Eucarístico y nuestra vida sigue igual. Nos experimentamos instalados, acomodados, pero no es ese nuestro deseo, Señor.

Sentimos inclinación a la comodidad, al placer, al confort y la buena vida, pero no lo aceptamos, porque hay muchos hermanos, a los que Tú quieres salvar y aliviar sus vidas, que padecen hambre y sed y no puede saciarla. Y también padecen esclavitud, persecuciones y amenazas de muerte.

Porque sabemos también, Señor, que hay muchos niños asesinados en el vientre de sus madres, y otros muchos que son esclavizados a trabajar, explotados y mal pagados y despojados de sus derechos de niños a recibir una educación y desarrollo normal como niños. Nosotros nos resistimos a esos deseos y luchamos contra ellos. No queremos mirar para otro lado, pero, eso sí, Señor, experimentamos nuestra pobreza y debilidad, y caemos en esos apegos y apetencias. Nos descubrimos pecadores.

Por eso, Señor, cuando te oímos decir que vienes enviado por el Padre para darnos el Pan de Vida Eterna resucitándonos, y que de lo que el Padre te ha dado no pierdas nada, nosotros exultamos de alegría y vamos corriendo a Ti. Porque sabemos de tu Misericordia como la del Padre.

Gracias, Señor, por perdonar todos nuestros pecados, pero te pedimos Señor que nos ayude a cambiar, a transformar nuestros corazones en corazones generosos, misericordiosos y dispuesto a darse como Tú, Señor, te nos das a nosotros. Experimentamos que nosotros no podemos cambiar sin tu Gracia, y es eso lo que te pedimos: ¡Cambianos, Señor!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.