Páginas

Páginas

martes, 26 de abril de 2016

SAL Y LUZ CONSECUENCIA DEL AMOR



Es posible que en muchos momentos de tu vida hayas decidido y deseado ser sal y luz. Es decir, te has esforzado en animar aquella fiesta, dar alegría a todos y aliviarles la vida un poco a los demás. Querías, ese día, que nadie se sintiera triste y, menos, derrotado. Te experimentabas sal y luz, porque con tu actitud te esforzabas en darlas.

Pero, lo que realmente estabas haciendo era amar. Porque cuando amas y te esfuerzas en ello te conviertes en sal y en luz. Con tu actitud de escucha, de atención, de servicio, de comprensión, de misericordia, de compartir empiezas y estás amando. Luego, instantáneamente, te conviertes en sal, porque das gusto a esos momentos y sentido a la alegría o sufrimiento que se vive al instante.

Y, al dar sentido, mueves a la esperanza y alumbras el camino de aquellos que se sentían bloqueados, tristes, acorralados y desalentados. Les señalas con esperanza la vereda para seguir caminando y dando pasos hacia la Luz definitiva y verdadera.

Hoy, Señor, te pedimos esa Gracia. Danos paz, sabiduría y fortaleza para ser sal y luz en este mundo hasta llegar al que Tú nos preparas y habilitas. Esa esperanza de pasar, para Siempre, junto al Padre la eternidad plena y gozosa que no podemos ni imaginar ni meterla en nuestras pobres y humildes cabezas.

Gracias, Señor, porque con tu Palabra eres la Luz que nos alumbra el camino cada día, tal y como canta el salmo de hoy: "Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Luz en mi sendero".

Y eso queremos pedirte. Nada más y nada menos que eso. Lo único y verdaderamente importante de este mundo. El verdadero Tesoro. Que toda nuestra vida sea un caminar firme, a pesar de nuestras caídas, fracasos, errores y pecados, levantándonos al olor de la sal y la luz que nos dan esperanza y vida. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.