Páginas

Páginas

domingo, 24 de abril de 2016

TODAS MIS FUERZAS, SEÑOR, PARA AMAR



Amar es el resultado final de todos nuestros esfuerzos, porque sin amor nada soy. Todos mis cumplimientos, oraciones, servicios, esfuerzos y conocimientos deben ir básicamente a corresponder por amor. Jesús todo lo que hizo por ti y por mí fue por amor, porque de ser por otro motivo ya se vendría abajo, pues nuestra respuesta no ha sido buena.

Y el amor es lo que nos sostiene. Un amor comprometido, porque así nos ama el Señor. Un compromiso sin condiciones hasta el extremo de dar la vida por cada uno de nosotros. No se puede amar más. Y, nosotros, no podremos llamarnos seguidores de Jesús si no nos esforzamos en amar como Él. Ese es el mandamiento nuevo que Él nos ha dejado (Jn 13, 34-35). Y que en el Evangelio de hoy reflexionamos y tratamos de sacar conclusiones que nos ayuden a comprometernos nosotros también.

Y eso es lo que te pedimos, Señor. Porque sabemos que nuestro compromiso no puede sostenerse con nuestra humildad, limitada y pecadora palabra y vida. Necesitamos tu Espíritu y tu Fuerza para que, sostenidos en Ti, podamos tener la voluntad y el empuje de llevarlo a cabo en nuestras vidas. Danos esa sabiduría y fortaleza de encontrar caminos que nos lleven a dar cumplimiento de esa palabra de amor.

El mundo nos tienta y nos sugiere muchas comodidades y tentaciones que nos llevan a olvidarnos de los otros, de sus problemas y necesidades, y a pensar solo en nosotros. Como vivir mejor, como ser más feliz y darme un vida de placeres es lo que tenemos en mente, y a menos que nos descuidemos un poco caemos en esa tentación.

Por eso, Señor, te pedimos fuerza, luz, voluntad y un ambiente que nos ayude a, apartados de todo ese mundo frívolo y fácil, vivir en el compromiso de amar. Sobre todo a aquellos que lo necesitan, a pesar de que sean mis enemigos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.