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domingo, 22 de mayo de 2016

GRACIAS, PADRE, POR REVELARTE EN TU HIJO Y DARNOS EL ESPÍRITU QUE NOS ILUMINE



No sabemos la grandeza de nuestro Dios. Y es que sería absurdo conocerla, porque Dios es inalcanzable para nuestra pobre y pequeña razón. Y no sería Dios, un Dios pequeño, al que nosotros pudiéramos llegar con nuestra razón. ¿Pues si no sabemos ni quienes somos, cuanto más saber y conocer al Creador de todo lo visible e invisible?

Gracias, Padre, por revelarnos tu grandeza y tu Rostro en tu Hijo Jesús. Porque por Él, en Él y con Él te descubrimos, te conocemos y sabemos quién eres, como actúas y cuanto nos quieres. ¡Cuánto amor en esa hermosa parábola del hijo pródigo, o mejor, del Padre amoroso que eres Tú, mi Señor! 

¡Cuánta Misericordia con el hermano mayor, con la adultera, con Pedro y con cada uno de nosotros! Estamos vivos y con esperanza por la locura de tu Misericordia, y por ella te haces Hombre, semejante a nosotros, como nos habías pensado, y nos descubres en tu Hijo tu Rostro. Si, Padre, podemos decir que te conocemos en y por tu Hijo, y que también sabemos el Camino, la Verdad y la Vida que Tú, en Él, nos has enseñado.

Y nos sentimos confiados, alegres y esperanzados en superar ese Camino hacia Ti, como el pródigo, porque nos experimentamos acompañados, fortalecidos, acogidos, iluminados, aconsejados, compasivos, instruidos y temerosos de perder esa dicha que Tú nos regala y que nos brinda protección y auxilio en el Espíritu Santo que nos envía.

No podemos sino dejar escapar de nuestra humilde boca ese grito de agradecimiento, esperanza y alegría que nos invade y nos llena de paz y amor. Gracias, Señor, gracias. Amén.

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