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jueves, 16 de junio de 2016

DAME, SEÑOR, LA GRACIA DEL PERDÓN



Señor, sabemos que Tú sabes lo que necesitamos, porque somos reflejos y semejanza del Padre Dios, y, Tú, nos conoces y enviado por el Padre nos alumbras el camino para llegar a Él. Pero, de alguna manera tenemos que decirte y confesarte nuestra fe. Nuestras torpes palabras son el medio que sabemos y conocemos para llegar a Ti y expresártela.

Nos has enseñado el Padre nuestro y nos dices en él que tenemos que perdonar a quienes nos ofenden, porque en esa medida será también el perdón que recibamos. Pero también experimentamos lo que nos cuesta perdonar. Muchos confesamos que no podemos hacerlo, y otros ni lo intentan ante la imposibilidad de saber que no pueden. Sin embargo, Tú nos dices que nuestro perdón, que a cada instante te lo estamos pidiendo, será igual al que nosotros seamos capaces de dar. Y nos deja sin respuesta.

¿Cómo no intentar perdonar, a pesar de nuestra soberbia y orgullo, si Tú solamente nos perdona en la medida que nosotros perdonemos? Sí, Señor, queremos perdonar a los que nos ofenden, para luego ser perdonado de nuestras ofensas por Ti. Y queremos contar con tu ayuda, porque por nosotros solos no podremos lograrlo. Danos, Señor, esa capacidad y esa Gracia para que en tu Nombre seamos capaces de perdonar para ser también perdonados.

No entendemos ni sabemos cómo podremos lograrlo, pero si sabemos y creemos que contigo y por la acción del Espíritu Santo podremos lograrlo. Porque, Tú, Señor, no nos vas a pedir algo que nosotros no podamos lograr. Y, además, no sólo nos lo pide, sino que permaneces con nosotros para ayudarnos a lograrlo. Descubrir que si yo he sido perdonado por tu Amor y Misericordia, también tengo que perdonar a aquellos que me puedan ofender. 

Nos lo explicas muy bien en la parábola del siervo cruel, (Mt 18, 23-35) en la que perdonado un siervo por su rey, al que debía 10.000 talentos, él, luego no perdonó a un amigo cien denarios. Y fue reprobada su conducta por el rey. No sería justo pedir perdón para nosotros, y no perdonar luego nosotros.

Danos, Señor, la fuerza que cada día necesitamos para tomar con paciencia y misericordia todas las ofensas e injurias que podamos recibir y estar dispuesto y en actitud misericordiosa como Tú, Padre, lo haces con cada uno de nosotros. Amén.

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.