Páginas

Páginas

martes, 28 de junio de 2016

MI VIDA ES UNA TEMPESTAD



Posiblemente no reflexionamos lo suficiente, y vivimos de forma algo acelerada que no advertimos ni el tiempo ni las tempestades que se suceden en nuestras vidas. Quizás algunas sean pequeñas que no llegan a hacer zozobrar la barca de nuestra vida, pero otras irrumpen con fuerza y ponen en amenaza nuestra integridad.

Mucho tiempo de nuestro camino lo pasamos en vigilancia y amenaza de tormenta. Cada día es un despertar en riesgo, aunque no nos demos cuenta ni lo tengamos en cuenta. Nuestra vida está siempre en peligro y sólo lo advertimos cuando se materializa ese peligro. Nuestra vida, podemos decir, es un inmenso mar que siempre amenaza levantarse con bravías olas gigantes que pueden envolvernos.

Y somos muy ingenuos e irresponsables cuando nos atrevemos a navegar por nuestro propio mundo sin llevarte, aunque sea aparentemente dormido, junto a nosotros y en nuestra barca. Es eso lo que te queremos pedir hoy, Señor. La Gracia de sabernos en constante riesgo y perderte. Por eso, te pedimos que no perdamos nunca, ni el tiempo, ni el espacio donde encontrarte y donde caminar contigo. 

Que podamos tenerte a mano para despertarte y pedirte auxilio. Aunque pequemos en la desconfianza y en la fe. Auméntala, Señor, también en nosotros, para que no desesperemos ni pasemos miedos cuando el mar bravío de nuestra vida se enfurezca y nos zarandee como títeres. Que tengamos siempre la confianza y la fe de sabernos asistidos, auxiliados y protegidos por tu Amor.

Gracias, Señor, porque sé que te has subido a mi humilde barca; Gracias, Señor, porque eres Tú quien me buscas y te auto invitas a navegar conmigo por mi vida, aunque yo no te diga nada. Gracias, Señor, porque sé que estás ahí. Dame confianza y aumenta mi fe para siempre acudir, sin dudarlo, a tu llamada. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.