Páginas

Páginas

sábado, 2 de julio de 2016

ENSÉÑAME, SEÑOR, A AYUNAR




Es verdad que preferimos unas normas o leyes que nos regulen nuestra vida y adaptarnos a ellas. Cumplir exige una disciplina, pero no es tan duro. Te habitúas y acostumbras y no se te hace insoportable. La cosa empieza a complicarse cuando te dejan en libertad para que tú elijas. La cosa es diferente cuando eres tú quien decides hacer esto o lo otro. Todo cambia cuando tus actos se encierran en una actitud de amor y desde ella, tú eres quien tienes que darle forma y vida.

Pero, todavía se hace más difícil cuando la referencia del modelo a imitar es Jesús, nuestro Señor. No se trata de amar como a mí me gusta o me parece mejor; no se trata de amar según unas leyes. Se trata de amar como Jesús nos ha amado y nos continúa amando a ti y a mí.

Quizás ese sea nuestro más difícil ayuno: "Estar con el Novio y vivir en la misma actitud y estilo". Un ayuno inesperado, a destiempo, fuera de horas, cuando incluso no te apetece o estabas preparado para hacer otra cosa, o, simplemente, descansar. Un ayuno por y para el servicio de los demás.

Te pedimos, Señor, que nos des la sabiduría de saber ayunar. Ayunar como lo hacía tu Hijo, Jesús, sirviendo y atendiendo, hasta el punto de dar su vida para salvarnos. Ese es el ayuno que quiero practicar, Señor, y el que te pido me enseñes. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.