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domingo, 17 de julio de 2016

ORACIÓN Y VIDA



No se entendería una oración sin aterrizar en la vida. Se reza para traer los frutos de la oración al campo de la vida. Una oración desprende y tiene consecuencias. No se entendería lo contrario. Y sus consecuencias terminan en obras y servicios. Por eso, desde este rincón de oración, rezamos para que nuestra vida se llene de buenos frutos y de obras de misericordia.

Precisamente, este año, proclamado por el Papa Francisco como año de la Misericordia, la Iglesia se esfuerza en crecer misericordiosamente. Misericordiosos como el Padre, es el icono que la Iglesia trata de despertar y avivar en todos sus hijos, porque ese es el camino que Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo, nos ha puesto como objetivo esencial y principal en nuestra vida: Mt 5, 48 Ser perfectos como vuesto Padre del Cielo es Perfecto.

Ese es nuestro camino, nuestra actitud, nuestro esfuerzo. Mezcla de María y de Marta, esencial para que la oración tenga continuación y encarnación en tu vida. Pero una cosa es primera, la oración contemplativa, de la que se desprende las obras y el servicio. Porque amar exige renunciar, y renunciar a ti mismo necesita de la Gracia del Espíritu Santo que nos auxilia, nos fortalece y derrama sobre nosotros todos sus frutos que nos perfeccionan.

Ser caritativos, alegres y gozosos; llenarnos de paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad son frutos que nacen del vivir injertados al Espíritu de Dios, que nos perfecionan y nos acercan al Padre. 

Y eso te pedimos, Señor, que también los dones de tu Espíritu:  Sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor santo de no responder a tu llamada nos hagan crecer y madurar para, como María y Marta sepamos servirte en la escucha atenta y disponible de tu Palabra y el servicio celoso a todos los hombres más necesitados. Amén.

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