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lunes, 3 de octubre de 2016

LA DEMAGOGIA TRATA DE JUSTIFCAR NUESTRO DESAMOR

(Lc 10,25-37)
No paramos de darle vuelta a la cuestión del amor. Amar no tiene sino una sola vuelta. Darle más es pasarlo de rosca y convertirlo en apariencia, auto engaño y mentira. Sólo hay una manera de amar y es con la que nos ama Jesús. Porque no es que nos amó, sino que, ahora mismo, continúa amándonos.

A esa pregunta mal intencionada de aquel maestro de la ley, Jesús no deja duda de a quien debemos amar y cómo. Después de dejar bien sentado que Dios es lo primero por encima de todos, nos expone quien es nuestro prójimo de una forma tan nítida que sólo aquel que quiere cerrarse a la luz puede albergar duda. La parábola del buen samaritano rezume de forma clara quien es nuestro prójimo y nos marca el camino para que nosotros hagamos lo mismo. Negarse a ello es rechazar la Palabra de Dios y hacer, no su Voluntad sino la nuestra.

Ya en el Padre nuestro lo decimos y experimentamos que no lo cumplimos, o que nos cuesta mucho vivir. Y esa es la cuestión que hoy nos ocupa en nuestra oración. Se trata, Señor, de pedirte que tengamos la voluntad y la persistencia de cumplir tu Voluntad y no la nuestra. Se trata de pedirte que descubramos en nuestro prójimo a todo aquel que lo necesita y acoja nuestra ayuda, incluso si nos es antipático o enemigo. Porque es ahí donde nuestro amor se purifica y se llena de verdad y testimonio.

Porque, Señor, nos sabemos imperfectos, débiles, frágiles y pecadores, e incapaces de llevar a cabo esa actitud generosa, incondicional y altruista de darnos sin pedir nada a cambio y sin fronteras de limitaciones, empatía o amistad. Pero Tú nos marcas ese camino y sabemos que tu Palabra dice verdad y que si así nos lo manda podremos hacerlo. Es Palabra de Vida Eterna y Tú lo puedes todo.

Danos, pues, Señor, la voluntad y capacidad de amar como Tú nos ama, sobre todo a nuestros enemigos. Amén.

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.