Páginas

Páginas

jueves, 10 de noviembre de 2016

ESPERANDO TU SEGUNDA VENIDA

Cada día es un día más que pasa, pero, quizás sea también un día menos que falta para tu regreso, Señor. No sabemos si estaremos presente en ese momento, pero si sabemos, y esperamos confiados en tu Palabra que vendrás a buscarnos para llevarnos a esa mansión que nos has prometido. Y nos despertarás si estamos dormidos para, resucitados en Ti, emprender ese viaje celestial a esa morada de plenitud y felicidad eterna que nos tienes preparada. Gracias, Señor por tanta Gloria y tanta Misericordia.

Por eso, te pido fuerza, sabiduría y voluntad para no desistir ni un ápice en sostenerme preparado cada día que pasa de mi vida. Preparado en esforzarme en vivir la presencia de tu Reino entre nosotros. Porque Tú vives en cada uno de nosotros en la medida que te abrimos nuestros corazones y nos esforzamos en hacer de este mundo, un mundo de justicia, de amor y de paz.

Tú, Señor, estás entre nosotros. Te haces presente y te das en sacrificio en cada Eucaristía que es celebrada por tu amor. La noche de la última cena, antes de tu Pasión, nos lo dijiste: "Hagan esto en memoria mía", y cada día ese memorial de tu sacrifico es celebrado y alimenta nuestras almas. Así queremos estar hasta que Tú decidas regresar. No sabemos el día ni la hora, y como nos dices hoy: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros». 

Te esperamos, Señor. Y queremos hacerlo como Tú nos has dicho, tratando de amarnos y trabajando por hacer de este mundo, un mundo de justicia, de verdad, de amor y de paz entre todos los hombres. Sabemos de nuestras debilidades y flaquezas, pero confiamos que el Espíritu Santo nos asista y nos de todo lo necesario para sostenernos en tu confianza, en tu amor y esperanzados en tu venida. Amén.,

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.