Páginas

Páginas

martes, 24 de enero de 2017

CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS


Sé, Señor, que no me une a Ti ningún parentesco, porque Tú, que me lo das todo, sólo me pides una cosa, que cumpla la Voluntad de tu Padre Dios, que te ha enviado a eso, a proclamar padre, madre, hermanos y hermanas a todos aquellos que escuchan y cumplen tu Voluntad.

Por eso, Señor, consciente de mis debilidades y de mi impotencia para emparentarme contigo como hermano, te pido la Gracia de poder cumplir con la Voluntad del Padre según Tú me enseñas y me das testimonio con tus obras. Porque yo quiero ser tu hermano y estar emparentado contigo; porque yo quiero ser tu amigo y dejarme asesorar y conducir por Ti.

Miro para tu Madre y veo que ella es modelo de saber y cumplir la Voluntad de Dios. Miro para tu Madre y observo como ella supo renunciar a sí misma para cumplir la Voluntad de Dios. Y escucho como Tú, aunque parece lo contrario, exaltas y alabas a tu Madre, porque ella es modelo del cumplimiento de la Voluntad de Dios. También, nosotros, unidos a ella queremos seguirte en el esfuerzo, por nuestra parte, de cumplir la Voluntad de Padre Dios.

Experimentamos que queremos, pero, al mismo tiempo, sentimos la tentación que nos hace caer, fracasar y no cumplir como nos gustaría. Experimentamos ignorancia, confusión y pereza. Sentimos que nuestra naturaleza caida está herida, limitada y se nos hace cuesta arriba hacer tu Voluntad, Padre. No nos es nada fácil sostenernos como hermanos y, suplicándote, te pedimos que nos sostenga y nos llene de tu Gracia para, fortalecidos, poder superar esos momentos de tedio, de desidia y de negación.

En Ti confiamos Señor, que por tus méritos y sacrifico de muerte, seamos lavados, purificados y fortalecidos para, renunciando a todo aquello que nos impide cumplir con la Voluntad del Padre, podamos, junto a nuestra Madre María, encontrar ese camino de relación y de fraternidad, contigo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.