Páginas

Páginas

martes, 17 de enero de 2017

EL SENTIDO DE LO PRIMERO

No es fácil priorizar lo importante y lo primero en justicia. No es fácil, porque contaminados con nuestros propios egoísmos nos confundimos. O dicho de otra forma, no vemos claro. La ceguera de nuestro interés nos emborrona la claridad de ver lo que realmente es justo y debe ser la prioridad. Sin darnos cuenta se antepone una calle al paso necesario de la gente. O se prohibe cubrir una necesidad porque ese momento es para otra cosa.

La oportunidad descrita en la parábola del samaritano (Lc 10, 30-37) puede reflejar muy bien lo que queremos expresar aquí. Tanto el sacerdote como el levita dieron un rodeo y miraron para otro lado. ¿Hacemos lo mismo nosotros en muchas ocasiones? ¿Ponemos la costumbre, la tradición, la ley, antes que los derechos y el bien del hombre?

El Evangelio de hoy toca esas fibras sensibles de nuestros corazones. Responder a ellas es la cuestión que hoy nos descubre el Evangelio y nos toca el corazón. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé fuerzas, luz y voluntad para hacer lo que la prioridad nos descubre y es justo. Pidamos mucha luz, pero también fuerza y voluntad para despojar nuestro egoísmo e intereses y responder como pensamos y creemos que debemos responder.

Pidamos libertad, despojado de todo egoísmo, para ser libres y hacer la Voluntad de Dios, que no es otra que la de servir y priorizar los derechos de los demás ante los intereses que explotan, que posponen, que esclavizan y someten. Pidamos con confianza y con paciencia que la luz nos alumbre nuestros actos y que la voluntad nos dé fortaleza para llevarlos a cabo. 

Y en esa lucha de cada día, y agarrado a la oración y abandonados, por la fe, en el Espíritu, abrimos nuestro corazón y nos disponemos a dejarnos llevar por el impulso del Espíritu para cumplir su Voluntad, que no es otra que amarnos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.