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miércoles, 15 de febrero de 2017

LIMPIA MI CORAZÓN, SEÑOR, PARA VER SEGÚN EL TUYO

Muchas veces nos empeñamos en ver con nuestros propios ojos. Y cuando digo con nuestros propios ojos me refiero a que vemos las cosas según nuestras ideas, nuestros criterios y nuestros intereses. Nuestra mirada no está limpia, la mancha el pecado. Por lo tanto, nuestro ojos no ven las cosas con un corazón limpio y su vista se emborrona y distorsiona la realidad.

Es la mirada de aquel ciego que le han acercado a Jesús. Impuestas las manos del Señor, después de poner salva en sus ojos  y preguntado si ve, declara: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan». Podemos adivinar y deducir que su mirada, todavía, no está limpia del todo. Quizás el Señor nos quiere indicar que a veces nos cuesta y hay que insistir. No siempre la fe es instantánea sino que a veces la vamos viendo poco a poco.

Y eso venimos hoy a pedirte, Señor. Enciende nuestra fe y despeja nuestra mirada para que veamos el mundo con tus Ojos, tal y como Tú quiere que veamos. Porque esa es nuestra intención, mirar como Tú miras, con una mirada llena de paciencia, de comprensión, de humildad, de suavidad y bondad para así, de esta forma, ver a los hombres, detrás de sus apariencias, como Tú los ves, y poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra nuestros oídos a toda murmuración, guarda nuestras lenguas de toda maledicencia, que sólo los pensamientos que bendiga permanezcan en nosotros. Queremos ser tan bien intencionados y justo para que todos los que se acerquen a nosotros sientan tu presencia.

Revístenos de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, todos nosotros te reflejemos (letra cursiva tomada del libro encuentro, del Padre Ignacio Larrañaga). Amén.

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