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miércoles, 5 de abril de 2017

PERSEVERAR EN LA PALABRA

Es un peligro y un grave error creernos mejores que otros. Y es un peligro porque, aunque no queramos pensar así ni creernos nada, se nos cuela ese virus que nos tienta y nos hace pensar en eso. Porque los malos pensamientos no podemos evitarlo. Vendrán, y nuestra defensa será dejarlo salir de la misma manera que entran, pero sin utilizarlo, ni hacer acopio de aprovecharnos y satisfacernos en ellos. En el Espíritu Santo tendremos un aliado fuerte para vencerlos y alejarlos.

No somos hijos de Dios porque hayamos nacido dentro de la Iglesia y estemos bautizados. Ni recibiremos la promesa de salvación por lo mismo, sino por la fe. En la medida que creamos en el Señor seremos merecedores, entre comillas, de recibir la salvación. Y digo "entre comillas" porque todo es Gracia de Dios, pues de Él los hemos recibidos.

Sin la fe en Jesús, el Señor, no es posible que nadie alcance la promesa de Abrahán. Por lo tanto, no se trata de ser judíos, discípulo, griego, esclavo o libre. Se trata de ser creyente y creer en la Palabra de Dios que nos trae Jesús. Todos estamos hermanados en el Bautismo.

Pidamos al Espíritu Santo que nos libere de ese orgullo espiritual y que nos llene de humildad. Sólo la Gracia de Dios nos hace hijos suyos y herederos, en y por Cristo Jesús, de su Gloria -Rm 8, 14-17-. Por tanto, esforcémonos en perseverar confiados en la Palabra del Señor y seguir sus mandatos, cual es el de amar. Amar como Él nos ama y nos enseña.

Pidamos paciencia, fortaleza, sabiduría y paz. En este día que empieza venimos todos a pedirte, Señor, paz, sabiduría y fortaleza. Queremos iniciar este día junto a Ti y recorrerlo confiando en Ti y perseverando en tu Palabra. Amén.

1 comentario:

  1. Señor, concédeme la sabiduría y la perseverancia de vivir en tu presencia por lo meno en este día, gracias.

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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.