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lunes, 17 de abril de 2017

QUIEN BUSCA ENCUENTRA

Posiblemente, el secreto de la búsqueda está en el dónde, el cómo y el cuándo. Porque donde no está, no se puede encontrar. Jesús no está en el mundo de los muertos, porque ese mundo pertenece al hedonismo y al egoísmo. Es un mundo caduco y vacío e impera en él la muerte. Será imposible encontrar a Jesús ahí.

Jesús está Vivo. Su tumba ha quedado vacía y eso revela que ha Resucitado. Por lo tanto, hay que buscarlo entre los vivos y no entre los muertos. Y el mundo está lleno de muertos, porque los que aspiran a la vida no son de este mundo. La búsqueda de Jesús está en el amor, el Amor que Él nos dio y nos enseñó con sus Obras. Pues bien, es en esas obras donde hay que buscarlo. Y lo hacemos en la medida que las vivimos y practicamos en los hombres. Tal y como Él hizo.

Por lo tanto, el secreto está en pedir y buscar. Pedirle al Espíritu de Dios que nos enseñe el camino y que nos dé la sabiduría de saber encontrarlo. De saber percibirlo en los más necesitados, en los más pobres y marginados. Pedir al Espíritu que nos dé paciencia, sabiduría de saber buscar las respuestas ante tantas dificultades e inteligencia para despertar en ellos sed y hambre de encontrarte Señor.

Porque ese es nuestro problema. No sabemos como despertar motivación, sed trascendente y deseos de búsqueda de Ti. Tú que eres el verdadero Camino, Verdad y Vida. ¿Cómo despertar en ellos el dónde, el cómo y el cuando. Porque esa es la otra pata del trípode que reflexionamos hoy. Ahora es el momento de la búsqueda. No dejarlo para mañana, porque el mañana puede que no llegue. Ahora es ahora, ya. En este momento y sin perdida de tiempo.

La vida es corta, aunque pensemos lo contrario. Y, sin darnos cuenta, se acaba. Por lo tanto, el cuando es ahora. Danos, Señor, la luz de entenderlo y de ponernos en movimiento en tu presencia para, buscándote, encontrarte. Porque Tú lo has dicho: Quien busca encuentra-Mt 7, 8-.

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.