Páginas

Páginas

lunes, 8 de mayo de 2017

QUIERO SER DE TU REDIL, SEÑOR

Señor, quiero ser tu oveja, una de tus muchas ovejas. Con esto quiero decirte, Tú lo sabes, quiero que seas mi Señor, mi Dueño y mi Guía. Sé que tus cuidados son amorosos y llenos de ternura y verdadero amor. Y sé que quieres llevarme a la Casa de tu Padre, donde mi felicidad será plena y eterna junto a Ti.

Pero, Señor, tengo miedo. Tengo miedo porque este mundo es una selva muy peligrosa. Hay peligros por todas partes y fuertes, casi irresistibles, tentaciones que incitan al pecado y a la desobediencia. Y, mi naturaleza, herida por el pecado, es débil y fácil de ser vencida. Para más gravedad, el demonio está al acecho y nos vigila como lobos con piel de cordero. Es muy inteligente y, disfrazado, incluso de verdad, trata de seducirnos y engañarnos. Incluso dentro de nuestro mismo redil.

Señor, sé que Tú no te descuidas, pero me das libertad y me pruebas. No será el discípulo más que el Maestro, nos dices - Mt 10, 24 - y tendré que enfrentarme a esas pruebas con las que puedo verificar y demostrarte mi apuesta y decisión por ti. Es la cruz, esa mi cruz de la que tanto nos has hablado y nos has invitado a cargar con ella - Lc 9, 23 -. Porque de ninguna otra forma puedo desmostrarte mi amor, sino amando y aceptando voluntariamente los sacrificios y adversidades que la misma vida me pone en mi camino.

Pero, para eso necesito tu alimento, Cuerpo y Sangre, unido a la oración constante y diaria que me fortalezca y me vigorice para encontrar fortaleza y vencer todos los obstáculos que se vayan interponiendo en el camino de mi vida hacia Ti. Por eso, Señor, insisto, quiero ser de tu rebaño y dejarme pastorear por Ti, porque contigo, Buen Pastor, estaré seguro y libre de todo peligro y alcanzaré ese Redil que llena mi vida de Vida abundante y eterna. Amén.

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.