Páginas

Páginas

miércoles, 21 de junio de 2017

LA INTENCIÓN SE ESCONDE EN EL CORAZÓN

Hoy, Señor, te pedimos que nos transformes nuestro corazón en un corazón puro y bien intencionado. Sabemos que, muchas veces, incluso de forma inconsciente, hacemos las cosas para ser visto. E incluso para que se nos reconozcan nuestros méritos. Lo descubrimos en nuestros deseos de ser alabados y considerados. Y lo reconocemos, porque es inherente con nuestra condición humana, y no nos libramos de experimentar y sentir esa tentación de que nos miren y nos rindan alabanzas y honores.

Por eso, Señor, consciente de nuestros pecados, te pedimos hoy que nos liberes de esas tentaciones y nos cambie nuestro corazón. Danos un corazón limpio, bien intencionado y que no busque alabanzas, méritos y honores. Un corazón que actúe por amor y de forma desinteresada. Un corazón que no busque honores ni premios, ni tampoco recompensas o favores. Un corazón abandonado en Ti y escondido en Ti, Señor.

Tratemos de ser generosos y dados en lo oculto, o, al menos, con esa buena intención de no aprovecharnos para ser visto y destacados. Observamos que en los grupos y comunidades destacamos y tratamos de ser generosos, y, por el contrario, en la soledad o cuando no somos observados nos retraemos. Y eso, al menos en mi humilde opinión, no debe retrotraernos ni desanimarnos. Al contrario, debemos reconocerlo y pedirle al Señor que nuestros actos sean cada vez más puros, más desinteresados, más por amor y para Gloria del Señor, y no pensando en nosotros.

Y sucede que algunas veces ocurrirá delante de la multitud, y otras veces donde sólo estás tú y el otro.  O rezarás en la celebración litúrgica o en el silencio y soledad de la capilla. Lo importante y verdadero debe ser que, hagas lo que hagas, tu publico debe ser Dios. Y eso es lo que debe interesarnos. Dios nos ves las veinticuatro horas de cada día, y sabe de nuestras verdaderas intenciones. Por eso, no tratemos de engañarnos creyendo que podemos engañarle. Sólo nos engañaremos nosotros, que recibiremos nuestra recompensa y ya no podremos ser recompensados por nuestro Padre Dios. Y esa es la única y válida recompensa que interesa. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.