Páginas

Páginas

domingo, 13 de agosto de 2017

SOSTENERNOS EN LA FE

La fe es imprescindible para seguir la ruta de nuestra vida. Sin fe no se puede avanzar. No hay horizonte y meta a donde ir. La fe te da esperanza de encontrar ese puerto abrigado y protegido, donde puedes hallar ese descanso y paz buscada que te colme de felicidad. Pero, ¿en quién apoyar y descansar nuestra fe?

No  puedes descansar en alguien que su palabra no sea eterna ni fiable. Tendrá que ser en alguien que tenga poder por encima de esos vientos huracanados y tormentas que amenazan tu vida y tu camino. Y ese no puede ser otro que el Señor. Ese Señor Jesús, que camina sobre las aguas y amaina los vientos y tempestades sobre los que tiene poder y a quien obedecen.

Por eso, confiados en su Bondad y Misericordia, le pedimos que nos levante en las numerosas caídas que, a lo largo de nuestro camino, las tempestades interiores de nuestras dudas, de nuestros egoísmos, de nuestros vicios y pecados, nos hundan en la profundidad de los mares que nos amenazan. Le pedimos que, asidos a su Mano salvadora, nos salve de caer en las garras de las olas del pecado y quedemos sometidos al poder del mal y de la perdición.

Necesitamos una barca segura que pueda sortear las amenazantes olas, que tratan de hundirnos y de engullirnos. Necesitamos la asistencia del Espíritu Santo, que nos acompaña para auxiliarnos, aconsejarnos y protegernos de las embestidas de vientos huracanados y terremotos que zozobran nuestras vidas y amenazan hundirnos.

Danos, Señor esa fortaleza y luz para saber permanecer dentro de la Iglesia, la barca que Tú has construido en la roca de tus apóstoles para que, unidos a ellos y guiados por el Espíritu Santo, podamos vencer todos los obstáculos que las tempestades de este mundo nos presentan, y llegar firmes y salvos a la tierra prometida donde Tú, nuestro Señor, nos esperas. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.