Páginas

Páginas

lunes, 7 de agosto de 2017

TÚ, SEÑOR, ERES NUESTRO VERDADERO ALIMENTO

Nos puede faltar el alimento material, pero, por encima de eso, Tú, Señor, eres nuestro verdadero alimento. Porque, ese alimento no perece y da la Vida Eterna.  Sí, realmente sabemos que necesitamos tener la barriga llena, y que el pan material lo necesitamos. Cada día, y quizás más de una vez, te lo pedimos en la oración del Padre nuestro, pero, por encima de eso, el verdadero alimento eres Tú.

Porque, sin Ti, el otro alimento, el material, perece y nos deja en el más puro vacío. Es verdad que, sin el pan material no podemos subsistir, pero, a parte de ese, necesitamos urgentemente el Pan de la Vida de la Gracia, que eres Tú, Señor. Danos esa sabiduría y discernimiento de saber entenderlo y de también buscarlo con verdadero deseo y ganar. Y también compartirlo.

Gracias, Señor, por tu presencia y por tu ofrecimiento. Gracias por descubrirnos tu Divinidad y tu Poder. Señor de la Ley y los Profetas, testimoniado con la presencia de Moisés y Elías. Gracias, Señor, por tu manifestación y majestuosidad eterna. Señor, enviado por el Padre, el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y encarnado y visible en el Nuevo. 

Gracias, Señor, por manifestarte a tus apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, y al testimonio de ellos, que nos transmiten tu manifestación Divina, porque la han visto con sus propios ojos y han oído la Voz del Padre presentándote como el Hijo amado y predilecto, enviado para ser escuchado e imitado en su estilo de vida. Gracias, Señor, por esa Transfiguración en el monte Tabor, y por todas las manifestaciones que, a lo largo de mi humilde vida, me has manifestado y lo sigues haciendo para animarme a seguirte y a imitarte.

Gracias, Señor, por la presencia del Espíritu Santo, que me fortalece, me llena de sabiduría y me ayuda a discernir la orientación de mi camino, a fin de que no me distraiga ni me desoriente. Gracias, Señor, por alumbrarme la Resurrección en tu transfiguración y llenarme de esperanza, porque ya sabemos que la muerte no tiene la última palabra. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.