Páginas

Páginas

martes, 12 de septiembre de 2017

ENCONTRAR RESPUESTA A TU LLAMADA, SEÑOR

Necesitamos orar constantemente para encontrar respuesta a tu llamada, Señor. No es cuestión de un rato, ni de un día, semana o temporada. Se trata de una constante vida de oración. Un camino de suplicas para pedirte luz en cada instante de nuestros pasos, para no perdernos ni desorientarnos, pues el camino mundano se hace difícil, duro, seductor y peligroso.

Nuestros pasos están marcados por el peligro de las tentaciones. Ellas nos invitan a cada instante a pararnos y abandonar el contacto contigo. Nos ofrecen comodidades, placeres, diversiones, y una felicidad aparente, que, tan pronto como la hayamos aceptado, desaparece, dejándonos abandonados, vacíos y sin fuerzas para levantarnos y regresar al camino de la verdad.

Sabemos que no es fácil sostenerse, y la misión que nos encomiendas, Señor, no es tarea fácil. Por eso, queremos mantenernos junto a Ti mediante la oración. Ella es el vehículo que nos mantiene junto a Ti y nos da fuerza y capacidad para la lucha en cada momento. Tú nos das ejemplo y tus pasos han sido todos precedidos de una íntima relación con tu Padre. También nosotros queremos hacer lo mismo, pues sabemos de nuestra impotencia para sostenernos sin tu ayuda.

Queremos responderte, Señor, y encontrar respuestas a tu llamada. Y sabemos que la oración, el diálogo constante contigo, nos hace fuerte y nos vitaliza para cumplir con la misión de transmitir el Evangelio. Pero, nos encontramos con un problema, posiblemente no sabemos orar, o no mantenemos la concentración debida para que nuestra oración surta efecto y sea eficaz. Danos esa Gracia, Señor.

Que sepamos ser conscientes de lo que decimos, y que llevemos a la vida la palabra transmitida según tu Evangelio. Que oremos con conciencia, sabiendo lo que decimos y tratando de vivirlo en cada momento de nuestra vida. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.