Páginas

Páginas

domingo, 3 de septiembre de 2017

¡SEÑOR, AYÚDAME A OBEDECERTE!

María es modelo de obediencia, y debe, su testimonio, servirnos para también nosotros obedecer. Ella guardaba silenciosamente muchas cosas en su corazón. Cosas que quizás no llegaba a entender, pero que no rechazaba, sino que las tenías presente obedeciendo humildemente. ¿Obedecemos también nosotros cuando no entendemos al Señor? 

Hoy vemos que Pedro cayó en el mismo pecado. Se atrevió a increpara a Señor. Conocemos la respuesta de Jesús, y la misma respuesta debemos escuchar cuando nosotros también le increpamos y tratamos de que se hagan nuestros proyectos en lugar de los que el Señor nos propone. Nuestra camino es un camino de cruz, y no tratemos de esquivarlo y tomar atajos que puedan privarnos de ese encuentro con nuestra propia cruz. Porque, ganar la Vida Eterna exige perder esta, la de este mundo caduco.

Claro, eso nos va a costar esfuerzos y sacrificios. Se hace duro el camino y la puerta se estrecha, pero eso ya nos lo ha dicho Jesús. Creamos en su Palabra como hizo su Madre, y dejemos que Él nos indique el Camino, la Verdad y la Vida. Porque, Él sabe. Es el Salvador que nos dará la Vida Eterna.

Pidamos con todas nuestras fuerzas esa Gracia y, sin perder las esperanzas, creamos que nos la concederá. Porque es Él quien quiere, más que nosotros, salvarnos. Y sabe lo que nos conviene y lo que es bueno para nosotros, a fin de no caer en la trampa del hedonismo, de la comodidad, de la holgazanería y muchas cosas más que nos conducen a vivir en el egoísmo y el placer olvidándonos de los demás.

Escuchemos el plan de Dios para cada uno de nosotros y tengamos confianza y paciencia. Él no nos envía nada superior a los talentos y cualidades que hemos recibido. Si fuera así, también nos lo haría saber. Él quiere que demos todo, y lo que nos envía exige toda nuestra fuerza. Confiemos en su Palabra y en su Poder Misericordioso. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.