Páginas

Páginas

martes, 19 de septiembre de 2017

¡SEÑOR, YO QUIERO IR EN TU COMITIVA!

No quiero esperar a la hora de mi vida. Entre otras cosas, porque sé que tiene que llegar, y tendré, como ha pasado con mis padres, que morir. Igual ha pasado con ese joven, Señor, que al ver a su pobre madre, viuda te has compadecido y le has resucitado. Yo también quiero que me resucites, Señor, pero, no una resurrección para esta vida, sino una Resurrección eterna.

Por eso, Señor, quiero estar preparado ya desde ahora. Sin pérdida de tiempo, para no esperar a que Tú pases por delante de mí, porque puede ser que no coincidas con mi entierro. Yo quiero invitarte ya desde ahora. Invitarte a mi muerte para que Tú me la des para siempre. Sí, Señor, quiero ir contigo para no perderme y morir lejos de Ti.

Por eso, Señor, te pido ya, desde ahora mismo, que me des la fe necesaria para movilizar todo mi ser y servirte. Servirte en los hermanos, amando y haciendo por ellos lo que quiero hacer conmigo. Haciendo por ellos lo que Tú haces también conmigo. Hablarles de Ti y, por tu amor, testimoniarle como Tú les quieres y lo que has hecho para salvarlos, y lo que haces para que tengan Vida Eterna.

Dame, Señor, la fortaleza y la sabiduría para saber expresar y testimoniar, no sólo con palabras, sino, principalmente, con la vida y con mis pobres obras, que Tú vives y que has bajado a la tierra a pagar el rescate de nuestra salvación con tu Vida. Y nos esperas y acompañas para darnos fortaleza, paciencia y perseverancia para no desfallecer y permanecer siempre en Ti.

Señor, en la esperanza de perseverar pacientemente nos encomendamos a Ti, y depositamos toda nuestra confianza en tu Amor y Misericordia. Queremos, Señor, caminar junto a Ti y ser de tu comitiva, que es estar llamados al gozo y la felicidad de vivir eternamente junto a Ti. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.