Páginas

Páginas

jueves, 30 de noviembre de 2017

¿CÓMO SEGUIRTE, SEÑOR?

Decimos muy a la ligera, quiero seguirte, Señor. Pero, ¿nos hemos parado a reflexionar sobre que significa y cómo hacer el seguimiento? Porque, es fácil decir que te sigo, Señor, pero, luego, lo hago de la manera que a mí me parece y a mis gustos y conveniencias. Yo elijo mi misión y lo que menos lata me da. Sería importante mirar hoy para ese lado del significado de mi seguimiento.

Porque, seguir es más duro de lo que pensamos. Seguir, según el diccionario, significa: Ir después o detrás de alguien. Ir en busca de alguien o algo; dirigirse, caminar hacia él o ello.  Proseguir o continuar en lo empezado. Ir en compañía de alguien. Vine con él y le seguí siempre. Cada una de estas definiciones tiene una gran significación e importancia. 

Y a la luz de estas significaciones me puedo preguntar: ¿Voy yo realmente detrás de alguien? ¿Voy yo en busca de alguien? Realmente, ¿camino hacia él? ¿Soy constante y continúo en lo empezado? ¿Soy consciente de que me acompaña alguien? ¿Estoy con él y lo sigo siempre? 

Las respuestas a estas preguntas, reflexionándolas con seriedad, compromiso y verdad, pueden darnos la medida de nuestra fe y perseverancia. Pueden descubrirnos la actitud de nuestra disponibilidad y entrega a dejarnos convertir por el Señor. Es evidente que Andrés, Simón, Santiago y Juan tuvieron esas respuestas y esos compromisos. También sabemos que no todo fue camino de seguimiento llano. Hubo dificultades y adversidades; hubo oscuridades y confusiones; hubo ignorancia e incomprensiones, y hasta negación y abandono, pero, la paciencia y perseverancia dan sus frutos, y se hizo la Luz después de Pentecostés. Las mentes se abrieron y gozaron de la ilusionante gloria de la Resurrección.

Quizás esos pasos nos sirvan para también nosotros plantearnos nuestro seguimiento. Jesús, el Señor, es el artífice y el que hace el milagro de transformarnos. A nosotros sólo nos queda la obediencia, el perseverante seguimiento y la disponibilidad para que Él decida nuestro cambio. Pero, claro, tenemos que sostener nuestra lámpara encendida. Pidamos perseverantes esa Gracia. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.