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lunes, 27 de noviembre de 2017

EL VALOR DE LO POCO

El valor de las cosas no está en su cantidad, ni tampoco en su importancia, ni siquiera en su valor. No por tanto llover es bueno, ni tampoco por mucha agua. A veces la abundancia estropea, no sólo las cosas sino también las personas. Y sucede que en la escasez todo se estima y se aprovecha mejor. La experiencia nos dice que cuando los tiempos son difíciles, se advierte y descubren los valores, la solidaridad y la fraternidad.

En el fondo, el valor de todo acto se esconde en la intención. No por su valor, cantidad, ni tampoco escasez una acción o donación es buena. Su bondad se mide por su intención y desprendimiento. Es eso lo que valoró Jesús en la actitud de aquella viuda pobre. Mientras los acaudalados ricos mostraban su poder y su generosidad, escondiendo bajo su vestido de apariencia su hipocresía y su mentira, la viuda pobre daba de lo que necesitaba para su subsistencia.

Porque, mientras unos daban de lo que les sobraba sin echarlo en falta, otra, daba de lo que necesitaba y echaría en falta. Compartir no consiste en dar de lo que te sobra, sino en dar de lo que necesitas. Se trata de partir el pan y compartir la mitad con otro. En todo caso, la ayuda se hace amor cuando compartes de lo que tienes y necesitas, o, al menos no te sobra.

Supongo que ha sido eso lo que Jesús quiso destacar en aquella viuda pobre, y lo que quieres advertirnos a todos nosotros. Y eso te pedimos, Señor. Danos la voluntad y la buena intención de hacernos comida compartida para aliviar el hambre y la sed de otros. Danos la fortaleza para sentirnos capaces de saciar nuestra sed y hambre, no satisfaciéndonos, sino compartiendo.

Transforma nuestro corazón, Señor, y conviértelo en un corazón generoso, disponible, servicial, atento y entregado a compartir y a darse. Amén.

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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.